sábado, 5 de febrero de 2011

14/04/06


Eran las 7:00 pm. Yo tenía el mismo polo rojo de la mañana, el pantalón con la rodilla rota y las converse blancas. Recuerdo ese día no como ayer, si no como cuando fue, 5 años atrás, Tú pasaste y dijiste sube, yo te miré cerca de 10 segundos sin decir nada y subí, tu manejabas lo más rápido posible, como si quisieras que terminará todo ya, lo único que creía ver eran tus ojos clavados en la autopista, esos mismos ojos que miraban conmigo "El super agente 89", cuando me quedaba dormida en tu monumental panza, cuando yo tenía 5 años. Cuando nos tirábamos a la cama inmediatamente después de haber comido, aún tengo en la mente aquella comida, que me gustaba en el fondo, si no fueran por esos pequeños pedazos de carne con nervios que siempre tuve que comer, porque si no alguien se encargaba de sacar el loro de peluche, sí, ese loro me aterrorizaba.


Llegamos, ¡Por fin! Es muy incómodo el contexto en el cual debemos fingir preocuparnos por las cosas que pasa el otro. Nos sentamos uno en frente a frente, inmediatamente un joven con un peinado peculiar nos dejó la carta; momento incómodo otra vez, solo trajo una, a compartirla... tú pediste algún platillo con mariscos, yo no recuerdo, hiciste el pedido, yo miraba la araña que colgaba de la pared, estoy segura de que tenía más de 1000 focos, pasaron algunos minutos de silencio...


-Ya vengo voy al baño.


Nunca di los pasos más pequeños en mi vida, necesitaba ocupar el espacio del cual se apoderaban aquellos minutos en silencio, el baño era muy diferente a toda la majestuosidad que se veía afuera, el piso estaba mojado, tocaba entrar de puntitas, (y esto me hace acordar a un blog que leí hace un par de semanas), claro poner cerrojo solo con dos deditos... luego bajarse el pantalón seguido del calzón solo hasta los muslos para que el pantalón no se moje, ponerse en cuclillas y aguantar el peso para no tocar aquel inodoro en el cual se sentó sabe Dios quien, arrancar el primer trozo de papel higiénico que estuvo colgando tanto rato, hacerlo bolita y botarlo, luego agarrar otro pedazo que estuvo enrrollado y ese sí que servirá, como no pasaron ni 10 minutos y es más que obvio que aún no hay comida en la mesa, saco mi celular TIM y llamo a Fulana, Fulana me responde y le cuento dónde, con quién y qué hago, hablamos un rato nos desviamos del tema y sin querer ya han pasado ¡20 minutos! Me acuerdo perfectamente que corté a Fulana estaba a la mitad de alguna historia que perfectamente olvidé, cuando llegué no me dijiste nada,
ya habías comido, te comiste mis mariscos y los tuyos, sabías que me hacías un favor. No dejaba de comer para no hablar, no tenía nada que decir, no te veía hace un año a pesar de que vivías a 10 minutos de mi casa, y no sabía que decir, no sabía qué preguntar. Terminé me viste con la boca llena, mis cachetotes inflados por la comida y sonreíste... te paraste a pagar, yo me paré al lado tuyo y nos fuimos... me dejaste en la esquina como si fuese un secreto, como si nadie debiera enterarse.


- Te llamo en estos días .
-¡Chau, gracias!


Yo estaba con mi polo rojo, mi jean de la rodilla rota y mis converse blancas.

No hay comentarios: