martes, 15 de noviembre de 2011

Bienvenida la realidad real



Existen cuestiones... verdades y rumores. Recuerdos que cierta gente que yo conosco no está preparada para entender y tomarlos como lo que son, verdades que con el paso de los años se transformaron en recuerdos.

Antes del año 2006, mi mundo era completamente apartado de la realidad. Solía limitarme mucho en demasiadas cosas. Demasiadas es todo.

Un buen (o mal) día, las ganas de forjar un mejor futuro para mi, de mi madre, decidieron inscribirme en un distinto colegio, lo cual implicaba sólo lo más importante de esa realidad: dejar a mis dos mejores amigas, dos niñas una un año mayor y otra dos años menor.

Resistirse a la decisión no iba a cambiarla. Decirle: "Liz no quiero" no iba a hacer que desistiera. Así que por las buenas, el primero de los días de las clases de verano, me puse un buzo amarillo, una zapatillas blancas y un polo sport, decidida a sentarme en el último de los asientos, tratar lo menos posible de llamar la atención, tratar de que nadie se acerque a "la chica nueva". No lo logré.

Las ganas de mi madre por matricularme en un "colegio mejor" no la hicieron ver la diferencia de inscribirme en verano que la de inscribirme en año escolar. En verano pues, asistían todos aquellos chicos y chicas que por lo general en el año escolar dedicaron más su tiempo a la vida social y debido a eso y a sus bajas notas se vieron obligados a matricularse en el curso de verano. Mala idea Liz. Apenas entré, el primero de los días, con la cabeza siempre arriba y la mirada centrada, cual modelo sobre su pasarela, caminé hasta el último de los asientos. Pero la mirada de ese pequeño chico aún la tengo en el cerebro. No dejó de mirarme, sin que le importase tener que voltear la cabeza para verme pues, yo estaba en el último de los asientos.

Cuando entré en el año escolar mi estilo de vida fue cambiando un poco, dejé de ser una criatura huraña y bueno, entre gustos y algún novio, comencé a salir... a discotecas, a comer, al cine, a reuniones, de visita, etc... ya no era la chica que se quedaba en casa mirando la televisión o conversando con sus primas.

Efectivamente en ese colegio aprendí más cosas de las que pude si quiera pretender conocer en el otro. Aprendí lo que son las fiestas, las amanecidas, el alcohol, los cigarros, las drogas, los excesos, y el sexo (esto último demoró, sí, un poco más). Aunque claro, también te saliste con la tuya Liz, aprendí muchas cosas buenas en alguna versión condensada en proporción a lo primero.

Conocí también al hombre del que me enamoré y con el cual ante todo pronóstico, ( y para su mala suerte) siento que me va a acompañar hasta el útlimo día. Espero que para el último de nuestros días estemos vivos o al menos completos en todas nuestras partes. Pero esa ya es otra historia.